La pandemia trajo consigo el cierre masivo de espacios destinados para la creación musical.
Esto provocó una gran movilización de músicos, ya fuera hacia sus lugares de origen, o a terrenos en donde el aislamiento pudiera ser un poco más llevadero.
Es el caso de Diego Franco, quien encontró en Tepoztlán un ambiente menos claustrofóbico, mientras esperaba la reapertura de una escena que demandaba la concentración de un público que se veía ausente.
Al mismo tiempo, el contrabajista Juan Pablo Aispuro lanzó una iniciativa para mantener activa la creación artística durante el encierro, dando como resultado la grabación de sesiones musicales en el estudio La casa del árbol durante cinco semanas ininterrumpidas en los meses de septiembre y octubre del año 2020.
Cuando Franco recibió la invitación de Aispuro, trabajó durante dos meses la composición de un material que se inspiró en dos aspectos principales: la experimentación con distintos timbres, aprovechando la estancia en México de Sylvester Uzoma Onyejiaka
II (también conocido como Sly5thAve) quien interpreta el clarinete bajo y el saxofón barítono, así como el uso del contrabajo y el bajo eléctrico de Alonso López Valdés y la invitación de dos bateristas con dos sonoridades distintas, pero completamente
identificables: Gabriel Puentes y Jorge Servín.
Un último invitado que complementa esta
experimentación tímbrica es el guitarrista Tom Kessler, quien desde ese entonces ya radicaba en Berlín, lo que conllevó a otra de esas particularidades que la pandemia trajo a nuestras vidas: la colaboración a distancia.
El otro aspecto principal es la inspiración que Franco obtuvo del paisaje rural y la temporada de lluvias en el momento de componer esta música, aspecto que da nombre al disco: Música nublada. En este trabajo, la música abreva de la experiencia auditiva en el
amanecer gris de Tepoztlán, mientras se escuchaban las campanas del templo (“Campanas”); de las caminatas en medio de vías asaltadas por la fauna local (“Cow among us”); de la procuración de otras actividades como la cocina (“Tantiometer”); o de la distorsión de la realidad y la reverencia a las bondades que en ese sentido puede provocar la
naturaleza (“Jalea cuadrada”).
Conforme se aleja el periodo de la pandemia uno comienza a analizar todo lo que pudo provocar en nuestra psique. En la música de Diego Franco es posible escuchar toda una revuelta emocional resultado de esa experiencia, en donde no falta el humor (Loop,
eh!), la contemplación (“M.G.S.C.L.L.C.U.L.D.A.”), el escape hacia una tranquilidad aunque fuera por momentos de una forma artificial, así como las pérdidas personales, la manera en que nos enfrentamos a ellas y los sentimientos que puedan despertar en uno (“N.S.L.L.S.D.L.C.”).

Aarón Flores